viernes, 26 de febrero de 2010

Cerecitas

Tengo una hija de tres años. Cuando llueve le encanta meterse en todos los charcos que hay a su alcance incluso le gusta patalear y salpicar el agua y el barro. Esto, que es normal, e incluso divertido en una niña de tres años, es sin duda totalmente inapropiado e incluso inoportuno en un señor maduro con apariencia de ricachón despistado que además es presidente del Club Atlético de Madrid.



Tengo otra hija, ésta de 4 meses. Está muy gordita y me hace mucha gracia su manera de intervenir en las conversaciones. Habla mucho, pero no se le entiende absolutamente nada como es natural en una niña de cuatro meses. Eso sí, todo lo dice con una sonrisa que me hace olvidar cualquier mal humor. Esto, que es de lo más habitual e incluso simpático en una niña de cuatro meses, es, siendo generoso, de lo más insoportable e irritante cuando proviene de un señor vestido como un brazo de mar que además es presidente del Club Atlético de Madrid.



Yo, que quieren que les diga, Cerezo me cae bien, es un tío simpático. Me hace gracia su expresión astigmática permanentemente alelada. Creo que queda bien en el palco, en las comidas de presidentes y en sus negocietes con el ayuntamiento. Siempre viste impecable y de su plateada cabellera no se mueve un solo pelo. Pero cuando abre la boca, es otra cosa. Ahí es cuando me saca de mis casillas.



Normalmente cuando habla Cerezo no se sabe qué ha dicho o qué ha querido decir. Habla y se expresa correctamente pero no transmite absolutamente ningún mensaje. Parece tonto. Pero señores, no se engañen, Cerezo no es tonto, los tontos somos nosotros. Cerezo es muy listo, les recuerdo que junto con su orondo compañero de mus se quedó con todos los garbanzos sin pagar un solo duro. Por eso Cerezo está en el palco con sus pelos y su canesú y nosotros estamos como estamos. Por eso cuando Cerezo habla y no se le entiende un pimiento, es que no tiene nada que decir que le interese que sepamos, es de los listillos que pasan por tontos y la gente sigue bailando al son de su flautilla.



Otra cosa que me desespera aún más de Cerezo es su instintiva habilidad para meterse en todos los charcos que encuentra. Yo que soy de natural ingenuo, como buen atlético, cuando veo a Cerezo colocarse la camiseta del mejor equipo del mundo jamás conocido, me asombro de que en el siguiente partido la afición no entone algún cántico en referencia a la imbecilidad de su presidente. Pero es que Cerezo no es imbécil, ya se lo he dicho, es muy listo. Cerezo consigue que disfrazarse con la vestimenta del mejor equipo del mundo jamás conocido le parezca normal o aceptable a la mayoría de la gente. Cerezo que como presidente representa a todos los atléticos se viste insensatamente de blanco impuro para hacer una gracia. No sé que pensarían ustedes si nuestro Borboncillo acudiera a un acto público enfundado en la bandera inglesa. Uno piensa si no podría haber agradecido cortésmente el regalo y guardárselo en el bolsillo de su chaqueta. Y luego que se la ponga en la intimidad o se la regale a su jardinero, que seguro es merengón, como todos los jardineros.



Uno, que como digo, es de natural ingenuo, no puede menos que asombrarse cuando oye a Cerezo decir que el mejor equipo del mundo jamás conocido empieza la liga todos los años con nueve puntos y no se le cae la cara al suelo de vergüenza. Qué gracioso, nunca le ganamos al mejor equipo del mundo jamás conocido. Para mearse de risa, vamos. Pero en el siguiente partido la afición no entona cánticos alusivos a la estupidez de nuestro presidente, no, qué tontería, lo que pasa es que Cerezo es un poco tonto y se le perdona todo. Pero Cerezo es en realidad muy listo, ya les digo. Por eso él está en palco y nosotros estamos como estamos.


Del hijo del orondo hablaremos en otra ocasión. Yo por mi parte, seguiré llamando cerecitas a mis hijas cuando chapoteen en los charcos o hagan gorgoritos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Un Homenaje

El hombre del que he tomada prestada mi identidad vivió en Alemania hace quinientos años. Petrus Apianus fue un humanista del renacimiento en toda la extensión del término. Llegó a ser un gran amigo del Emperador Carlos I de España al que le dedicó una de sus obras cumbres el "Astronomicum Caesareum". Incluso se piensa que pudo ser el maestro del Emperador y la persona que guió los intereses científicos de éste.

Fue un gran erudito del renacimiento, y como tal, versátil, cultivó muchas y variadas disciplinas. Sobresalió como topógrafo, matemático, geógrafo, astrónomo, astrólogo y traductor de latín. Construyó y perfeccionó numerosos instrumentos y maquinaria científica. Siempre desarrolló su actividad en el ámbito universitario, entre sus aportaciones se encuentra el primer estudio sobre la dirección de la cola de los cometas.

Tuvo 15 hijos, uno de ellos, Felipe, le sustituyó en su Cátedra de Matemáticas en la Universidad de Ingolstadt, a su muerte en el año 1552 a los 57 años.

Cuando su posición económica se lo permitió editó obras de teólogos contrarreformistas, científicos y artistas.  Tuvo también enemigos, los principales, cómo no, los miembros españoles de la corte del Emperador Carlos. Lo llamaban Pedro "el avispa", sin duda temerosos de la ascendencia que tenía sobre el monarca la sabiduría de Petrus.

Hay un cráter en la luna que lleva el nombre de Apianus en su honor. Se trata de un hermoso cráter de 63 km de diámetro y 2 km de profundidad de edad aproximada 4.000 millones de años situado en la parte sur de la cara visible de la luna.

Dedico pues este blog en homenaje a la memoria del bueno de Petrus Apianus.