jueves, 4 de marzo de 2010

Pastores de ratas en zapatillas

Aquí al lado pueden observar la disposición exacta que deben mantener las zapatillas de mi hija mayor, que tiene como ya saben tres años, todas las noches cuando se acuesta.

En el caso de despertarse por la noche, o ya en la mañana, lo que sucede las menos de las veces, y observar que alguna malvada zapatilla se ha movido del cuadradito que tiene asignado, la tragedia llega a nuestro hogar. Inmediatamente se monta una carga de fusileros que recorre el pasillo de mi casa hasta dónde dormimos plácidamente mi santa costilla, mi no menos santa hija pequeña y un servidor de ustedes que no tiene nada de santo. No me cabe ninguna duda de que todo el edificio se despierta asustado con semejante jaleo, yo mismo tengo la tentación de meterme debajo de la cama. Parece mentira que una niñita pueda organizar tal revuelo en un momento. Y todo porque algún insensato, o sea, yo mismo, ha movido sin darse cuanta la dichosa zapatilla y la ha sacado del cuadradito que tiene asignado por el ser superior, o sea, mi hija mayor.

Mi costilla, que no me la merezco, con gran experiencia y mano izquierda en el manejo de fusileros enfurecidos, consigue aplacar la revuelta antes de que se forme el pelotón de fusilamiento compuesto por dos barbies y un gato Hello Kitty que habla y me ajusticien sin compasión ni juicio previo.

Yo que, como también saben ustedes, soy de natural ingenuo, como buen atlético, siempre pienso que estas manías se pasan con la edad, pero después de escuchar y observar a algunas personas comienzo a tener serias dudas de lo que pasará en un futuro.

A José Bono nunca le he profesado afecto ni desafecto, siempre he dudado si es un folclórico intruso que se ha hecho político, o un político intruso que se ha hecho folclórico. Pero desde hace unas semanas me ha ganado para su causa. Desde que el singular portavoz de la Conferencia Episcopal lo excomulgó alegremente.

Monseñor Martínez Camino es un miserable, y como todos los miserables es también cobarde. Monseñor Camino excomulga a Bono, que por cierto tiene más aspecto de cura que el propio monseñor, por votar a favor de una ley que según su conciencia va a evitar abortos. Lo excomulga en realidad por ser socialista. Pero Monseñor Camino no tiene coraje para excomulgar al Rey por sancionar la misma Ley. Porque Monseñor Camino es perverso y sabe que los españoles de bien se enfadan si alguien insulta al Rey o a Fernando Alonso. Porque el Rey y Fernando Alonso son gilipollas pero son Nuestros propios Gilipollas. Porque Monseñor Camino es el depositario de la Única y Verdadera Moral.

Si el estado no está legitimado para enseñar moral, supongo que la Iglesia mucho menos, pero Monseñor Camino no está de acuerdo con nada y mucho menos con la asignatura de Educación para la Ciudadanía que según él pretende enseñar moral a nuestros hijos. Según Monseñor Camino los únicos capacitados para enseñar moral a nuestros hijos son ellos, claro, y por eso monta cíclicamente unos hermosos pollos y saca a su rebaño, de borregos por supuesto, a protestar airadamente contra los rojos. Estoy seguro que Monseñor Camino alistaría al mismísimo Jesús de Nazaret en Nuevas Generaciones si se le ocurriese volver por aquí.

Desde que comenzaron a destaparse en la iglesia católica los escándalos por abusos sexuales a niños, jamás he visto a la Iglesia denunciar a alguno de sus curas depravados. En muchas ocasiones la Iglesia tiene conocimiento de los abusos antes que la justicia. Siempre intentan esconderlo, ocultarlo mandando al cura a otro sitio, donde vuelve por supuesto a cometer abusos y en algún momento se destapa todo el pastel. Yo, de natural ingenuo, como buen atlético, me pregunto si será esa la moral que Monseñor Camino quiere enseñar a nuestros hijos.

Estados Unidos de los pocos lugares del mundo donde el que la hace la paga, pero si tiene mucho dinero la puede pagar con la visa oro. En 2007, la Iglesia Católica pagó 660 millones de dólares para evitar un juicio por abusos sexuales realizados por 113 curas únicamente de California. Ojo, no fue para contentar a las víctimas como pretenden ahora, sino para evitar el juicio a los abusadores y que fueran a la cárcel. Con ese dinero se podría escolarizar a todos los niños de Guatemala que no lo están, que son más de la mitad. Yo, de natural ingenuo, como buen atlético, me pregunto si será esa la moral que Monseñor Camino quiere enseñar a nuestros hijos.

Más cercano. En 2005, 17 obispos españoles acudieron a una manifestación contra la nueva ley que reconoce el matrimonio CIVIL homosexual. Acompañados por su rebaño de borregos, claro está. Según ellos el matrimonio homosexual es una amenaza para la familia, y salieron a la calle a defender a la abuela, que ya no está para esas cosas. Exactamente dos semanas después de aquella marcha, estaba convocada otra manifestación en apoyo a la lucha contra la pobreza convocada por multitud de ONG´s y organismos internacionales. Solo acudió un obispo, el de Logroño, Dios lo bendiga. Yo, de natural ingenuo, como buen atlético, me pregunto si será esa la moral que Monseñor Camino quiere enseñar a nuestros hijos.

Más cercano aún. No sé si ustedes recuerdan a nuestro anterior obispo, el ladrón José Antonio Reig Plá. Este delincuente con mitra, cuando era obispo de Segorbe-Castellón invirtió todo el dinero del obispado en la bolsa, asesorado un amiguete del Opus, presidente del colegio de economistas y el presidente de la Cámara de Comercio castellonense de la misma asociación benéfica. Dos linces.Con una visión fuera de lo común para los negocios apostó por el negocio inmobiliario unos meses antes de que estallara la burbuja, y perdió hasta la casulla. Como dejó al obispado a dos velas, les dijo a sus curitas de a pie que se cobrasen el sueldo de los cepillos de las iglesias. Con un par. Uno de esos curitas, llamado Caselles de apellido, escribió una carta al diario El Mundo denunciando la situación. Fue enviado rápidamente a evangelizar a los indios de la Chimpampa. El obispo explicó que lo había enviado a estudiar, y no sorprendentemente no se le cayó la cara al suelo de verguenza. Como premio a tanto disparate, a Reig Plá nos lo mandaron a Murcia, dónde siguió haciendo de las suyas. Yo, de natural ingenuo, como buen atlético, me pregunto si será esa la moral que Monseñor Camino quiere enseñar a nuestros hijos.

Para no extenderme demasiado, le diría a José Bono que no se preocupe, que Monseñor Camino seguro que tiene ya reservado un lugar de preferencia en el infierno ese en el que ellos creen.

A mí lo que de verdad me gustaría sería mover de su sitio las zapatillas de Monseñor Camino, para que cuando se levante enfurecido, poderle enseñar el dedo corazón.

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